El pacto (2018)
La mejor forma de llegar el cine: no saber nada de la peli (bueno, antes de entrar vi el trailer sin sonido proyectado en una pantalla) y dejar que te sorprenda.
Abrimos con una parejita durmiendo tranquilamente en su cuarto. Son Mónica (Belén Rueda), una abogada con un buen par de ovarios, y su marido Álex (Dario Grandinetti), un policía de los de peli noir. En ese momento, al más puro estilo remake de Amanecer de los Muertos, entra la niña, Clara, para desplomarse inconsciente en el suelo.
Todo fue un sueño de Mónica, que en el presente vive divorciada y con una hija diabética en plena edad fase gótica-grunge del pavo. Y con razón, porque Mónica es una madre helicóptero y su padre tiene problemas con la bebida y vive en un barco que hace aguas (no metafóricamente).
El caso es que todos acaban involucrados en el intento suicidio de la madre de un compañero de clase de Clara, una fan del balconing que sobrevive... mientras su hijo, con una marca extraña en la muñeca y en estado de shock, dice que no debería haber sido así. Clara entra en coma tras un ataque, y Mónica acaba encontrándose con un señor en un almacén abandonado, que le hace una propuesta: él se queda con su peor pesadilla, a cambio de la vida de su hija. Tras el pacto, Clara despierta, aparece una araña albina y la extraña marca en la muñeca...
A medio camino entre el terror y el cine sobrenatural, nos encontramos con un dramón familiar thrillesco con toques del cine de posesiones. Y por eso es mucho mejor. La cinta fluye entre varios géneros, sorprendiendo al espectador incauto que no sabe muy bien qué va a encontrar. ¿Los ataques de Clara son de origen sobrenatural o es una simple enfermedad? ¿Qué estaba "predestinado" y qué ha sido fruto del azar? ¿Quién o qué es ese señor del almacén? ¿Cómo funcionan los pactos? ¿Qué pasa si no se cumplen? Y así podríamos seguir varias horas, todo ello envuelto en un guion que aunque a veces tira un poco de frases clichés, atrapa en una tela de araña (albina) al espectador, que no sabe cómo va a acabar la cosa.
En cuanto a los aspectos a destacar, por un lado, está el aspecto técnico. De momento, David Victori no suena mucho, pero me encantaría escuchar más sobre él. Cámaras inclinadas, fotografía oscura pero definida, juegos de cámara (especialmente con reflejos en cristales y lluvia) y unos giros de guion que rompen una historia que podría ser muy básica.
Pero lo que realmente me ha robado el alma ha sido el trabajo de los actores. Grandinetti y Rueda (divinísima de la muerte, hasta duerme con maquillaje) tienen una química bestial en pantalla. La sola presencia de Antonio Durán es terrorífica y Mireia Oriol, en su segundo trabajo, se muestra a la altura, pese a los titanes de la interpretación que tiene que acompañar. Fuera coñas: Belén Rueda se está convirtiendo en la Scream Queen castiza y, ¿podemos decir ya que está a la altura de la Kate Winslet o la Rachel Weisz? Me sentiré muy decepcionada si esta señora no vuelve a casa alguna vez con un Oscar bajo el brazo.
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Conclusión final: muy recomendable. Imprescindible si eres fan de Rueda en particular o de los thrillers sobrenaturales en general. No apta para los aracnofóbicos.
Buena reseña, sin embargo a mi ya me cansa el papelito este de la rueda, pero es muy respetable tu opinion