Ana de día y la crisis de la generación millennial
Trabajo,casa, pareja, vida social, aficiones, vida familiar, ser feliz, estos son los Requisitos para ser una persona normal que Leticia Dolera señalaba en su opera prima. Ana tiene 26 años, casi 27, los cumple (casi) todos estos requisitos, en cambio no es nada feliz y se encuentra perdida en la vida.
Ana de día nos narra la historia de una joven que está a punto de doctorarse en derecho y casarse, cuando de pronto se encuentra con una persona que ha suplantado su identidad. Más allá de luchar contra esta situación, Ana ve el cielo abierto y decide dejarlo todo para explorar esta nueva libertad que se la ha concedido de forma inesperada y desaparecer dentro la noche madrileña.
La película se adentra en lo más profundo de la noche de Madrid, un Madrid que huye de la modernidad que transmiten las luces de Gran Via, un Madrid que como define su directora Andrea Jaurrieta se encuentra anclado en el tiempo y huele alcanfor y humo y de fondo resuena un cuplé. Esta escenografía es perfecta para mostrar la realidad paralela en la que se sumerge la protagonista del film y que se encuentra más allá de la rutina en la que se encontraba inmersa.
Este viaje sirve como una reflexión de la crisis existencial en la que se encuentran muchos de los pertenecientes a la generación milleninal, que al poco de terminar sus estudios han encontrado un puesto laboral más o menos bien retribuido y lo mejor de todo dentro de su especialidad, pero lo que parecía ser la tierra prometida se acaba convirtiendo en una jaula con barrotes de oro. Nos encontramos ante el relato de una generación que aunque no aspirara a comerse el Mundo como las anteriores, se ha visto rápidamente devorado por este y aplastada por el sistema. Han alcanzado el sueño preestablecido demasiado pronto y han descubierto que a lo mejor para todos el camino marcado no es el más indicado. Situación que choca con la generación anterior, la cual se encuentra perdida muchas veces a los treintaytantos buscando su lugar en la vida (como recoge la recomendable cinta Marisa en los bosques). Ana de día sirve como reflejo de esta crisis generacional y como los sueños dorados de algunas generaciones son la jaula de otras.
Y para guiarnos por esta viaje de huida por la capital tenemos los ojos de Ingrid García Jonsson que logra con su interpretación dar vida y voz a esta generación. Una interpretación muy orgánica que consigue trasladarnos las ansías de libertad de Ana y ser el fiel reflejo en pantalla de todo el realismo mágico que trasmite la historia. Preguntadote muchas veces dónde acaba Ana (o Nina) y empieza Ingrid.
Ana de día es uno de esos proyectos con luz propia que de vez en cuando aparecen por la cartelera y ha conseguido captar con su mirada la realidad de una generación como si de una fotografía se tratase. Hay una escena muy particular al inicio de la película cuando le preguntan a Ana si tiene aficiones y es incapaz de decir nada más allá de una serie de hobbies genéricos; el otro día a una compañera de trabajo de la edad de Ana un técnico de la Administración le dijo que su problema es que no tenía hobbies y que se buscará uno porque no era sano seguir este ritmo. A lo mejor todos necesitamos huir de vez en cuando y sacar a pasear a Nina.
Este viaje sirve como una reflexión de la crisis existencial en la que se encuentran muchos de los pertenecientes a la generación milleninal, que al poco de terminar sus estudios han encontrado un puesto laboral más o menos bien retribuido y lo mejor de todo dentro de su especialidad, pero lo que parecía ser la tierra prometida se acaba convirtiendo en una jaula con barrotes de oro. Nos encontramos ante el relato de una generación que aunque no aspirara a comerse el Mundo como las anteriores, se ha visto rápidamente devorado por este y aplastada por el sistema. Han alcanzado el sueño preestablecido demasiado pronto y han descubierto que a lo mejor para todos el camino marcado no es el más indicado. Situación que choca con la generación anterior, la cual se encuentra perdida muchas veces a los treintaytantos buscando su lugar en la vida (como recoge la recomendable cinta Marisa en los bosques). Ana de día sirve como reflejo de esta crisis generacional y como los sueños dorados de algunas generaciones son la jaula de otras.
Y para guiarnos por esta viaje de huida por la capital tenemos los ojos de Ingrid García Jonsson que logra con su interpretación dar vida y voz a esta generación. Una interpretación muy orgánica que consigue trasladarnos las ansías de libertad de Ana y ser el fiel reflejo en pantalla de todo el realismo mágico que trasmite la historia. Preguntadote muchas veces dónde acaba Ana (o Nina) y empieza Ingrid.
Ana de día es uno de esos proyectos con luz propia que de vez en cuando aparecen por la cartelera y ha conseguido captar con su mirada la realidad de una generación como si de una fotografía se tratase. Hay una escena muy particular al inicio de la película cuando le preguntan a Ana si tiene aficiones y es incapaz de decir nada más allá de una serie de hobbies genéricos; el otro día a una compañera de trabajo de la edad de Ana un técnico de la Administración le dijo que su problema es que no tenía hobbies y que se buscará uno porque no era sano seguir este ritmo. A lo mejor todos necesitamos huir de vez en cuando y sacar a pasear a Nina.