Matar a Dios: El final de los días
Matar a Dios es la propuesta indie (o algo así) del combo de directores-guionistas Caye Casas y Albert Pintó. La película gano el Blogo de Oro a la mejor película independiente.
La historia es muy, pero que muy sencilla. Un vagabundo (Emilio Gavira) se acerca a los ocupantes de un coche para decirles que van a morir. Minutos más tarde, mueren en un accidente. Entonces, el vagabundo se presenta como Dios y se planta en casa de los protagonistas: el padre (Boris Ruiz), los hijos (Eduardo Antuña y David Pareja) y la esposa de uno (Iztiar Castro). Allí, Dios les pone la prueba final: va a iniciar el Apocalipsis, y ellos van a decidir a los 2 supervivientes a nivel mundial. Decir que la cosa se desmadra es quedarse corto.
Un elenco justito (exactamente 10 actores, contando a las 2 voces en off), unos efectos especiales también (el 90% del presupuesto se fue en la explosión del coche pero eh, está muy bien hecha) y dos escenarios (la carretera y la casa) para una peli de la que se podría haber sacado mucha, pero que muchísima más chicha. La idea de que un puñado de pringados maten a un ente todopoderoso siempre tiene gracia, especialmente en un ambiente tan castizo como este. Además, este Dios está muy alejado de las figuras benevolentes de Como Dios (nuestro querido Morgan Freeman) o que ayuda al prota inocentón como en Al diablo con el diablo (¿Alguien sabe donde están Brendan Fraser, y Elizabeth Hurley?). Se acerca al Dios cristiano -especialmente el del Antiguo Testamento-. Es un Dios hijo de puta, bipolar, rencoroso y que hace cosas porque le da la gana.
Una pena, porque realmente donde todo despega -salvo esa escena inicial del coche- es cuando el grupito decide matar a Dios en los últimos quince minutos de película. El resto, conversaciones cotidianas de fracasados del montón. Eso sí, a destacar el personaje de Dios y la banda sonora, una delicia orquestal que ya querrían producciones con mucho más presupuesto.
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