Una nueva imagen de Perú en Canción sin nombre
Llega a nuestras pantallas la película peruana Canción sin nombre que es la ópera prima de la directora Melina León.
Ayacucho, años 80. Georgina (Pamela Mendoza) es una campesina de 20 años embarazada. Vive con su marido (Lucio Rojas), que pasa poco por casa, en una chabola en la falda de una montaña. Georgina acude a una clínica gratuita para dar a luz. Y es entonces cuando su pesadilla comienza: su hija es robada y se enfrenta a una burocracia que no entiende y a la inacción por parte de las autoridades, a caballo entre clasistas y represivas. Finalmente, consigue atraer la atención de Pedro (Tommy Párraga), un periodista. Juntos destapan una trama de robo y tráfico de bebés que se ceba en los más pobres.
A nivel estético, la película es espectacular: todo en blanco y negro y con planos estáticos nos muestra un Perú muy alejado de la imagen turística, con gran parte de la población sumida en la extrema pobreza y la desigualdad. Sin embargo, un guion que no aprovecha al elenco, sus personajes ni la historia y un ritmo extremadamente lento acaban con todo el jugo que se le podría sacar a la trama. Igualmente tiene el handicap de que cuenta con historias paralelas que empiezan pero no conducen a nada y no se explica el contexto histórico en el que se encuentran, así que un espectador no americano no sabe por qué hay un toque de queda y disturbios, por ejemplo.